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Si el mar fuera una enorme naranjada yo probaría media cucharada, pero como es de avena lo dejo allí en la arena, porque la sopa no me gusta nada. [M.E.Walsh]

lunes, 11 de julio de 2005

Once Upon a Time

Porque todas las historias deberian empezar asi. O por lo menos, es lindo cuando lo hacen, es esperanzador.
Tal vez porque, cuando chiquitos, todas las historias lo hacían y sabiamos que, aunque Hansel y Gretel fueran abandonados en el bosque, o el lobo comiera a Caperucita, o Blancanieves mordiera la manzana, algo iba a suceder antes del "Colorín, Colorado, este cuento se ha acabado" que diera vuelta todo.
Y aunque creciendo descubriéramos que la mayoría de las historias no terminan bien, y hasta son más interesantes cuando es así, es esperanzador empezar un cuento comenzado con Había Una Vez...


Había una vez una muy muy pequeña semillita que alguna rafaga de viento, o tal vez un sembrador, habían dejado al cuidado de la tierra. Esa tierra/madre que la cobijaba, nutría y abrigaba desde hacía más tiempo que el que Pequeña Semilla podía calcular. No estaba completamente sola, había otras semillitas como ella a su alrededor, pero a la vez se sentían lejanas, cada uno en su propio mundo interior.

Pero la época de tranquilidad, de sueños bajo ese abrigo calentito habían pasado. Todo a su alrededor la vida crecía, las otras semillas comenzaban a brotar, y las que tenían más coraje ya estaban comenzando a ver la luz del sol. Y ella, ella sentía un miedo atroz.

Durante todos esos años tranquilos, Semilla había soñado con un futuro maravilloso, con que era capaz de cualquier cosa que se propusiera. Pero ahora, cuando era el momento de salir y convertir esos sueños en realidad, estaba aterrada. Aterrada ante la idea de fallar, de el sol, el viento, los bichos, las piedras o simplemente un pisotón le impidieran cumplir su destino. Miedo a lo que todas las otras plantas (anteriormente semillas como ella) dijeran al verlas fallar. De su propia decepción al aceptar eso que siempre habia creido no sería posible. Y miedo también a equivocarse de sueños, a que no fuera todo lo que ella pretendía.

Pero no era solo el miedo lo que la retenía. Durante esos años de espera, se había llenado de responsabilidades. Responsabilidades a cumplir para que todo salga perfectamente, para ser la semilla que queria ser, o tal vez solo por el hecho de crear responsabilidades. No podia dejar de hacer planes, y listas de cosas a hacer para que todo salga bien, y de preocuparse por el "después". Y cada una de esas responsabilidades, era como un finísimo hilo (como un cabello) que la atara. Nada importante por si sólo, pero eran tantas y tantas que la agobiagan, y no le permitian moverse.

Pequeña Semilla veia a sus compañeras crecer, y las admiraba. No tenía forma de saber si les iba bien o mal en el exterior, porque ella estaba aún bajo tierra. No tenía forma de saber si estaban tan asustadas como ella. Pero las admiraba por intentarlo al menos, por tener el coraje de salir de su propio interior, y dar vida, y vivir...

Semilla hubiera querido ser como cada una de ellas, tener una pizquita de valentia al menos. Y se enojaba mucho con sigo misma por no poder hacerlo. Y sentia que cada momento que pasaba aferrada a su miedo, atrasando el comienzo era una culpa inmensa que crecía y crecía, que la ahogaba, que la llenaba de tristeza.

Pero Semilla tenía un secreto, algo que ni siquiera se animaba a confesarse a si misma. Su mayor miedo, se encontraba justo enfrente de ella. Porque no era cuan mal podría irle una vez que empezara el proceso de crecer. Su terror más grande era descubrir, al intentarlo, que no tenía lo necesario. Que había pasado mucho tiempo, o su corteza era muy dura para ser traspasada y salir al mundo, o simplemente que estaba vacía por dentro, sin nada para dar. Y así, Semilla no tuviera ni siquiera la oportunidad de alcanzar sus sueños, de ver la luz al menos por unos segundos. Descubrir que no sólo no existía ese destino destacado que siempre había soñado para si misma, sino que ni siquiera tenía uno pequeñito.

Y así, por ese odio y miedo a descubrir que pasaría el resto de su vida sola, encerrada en sí misma, sin alcanzar nada; sintiendo culpas, tristezas y soñando con tener la valentía en algún momento de intentarlo, el terror la llenaba, impregnaba cada molécula de su pequeño ser, y la confinaba a esa ironía de soledad y encierro en sí misma.

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