Divague Literario
Leer por primera vez un buen libro es maravilloso. Descubrimos un mundo totalmente nuevo, emocionante, deseamos con toda que el futuro de ese personaje que sentimos que conocemos sea como queremos, nos conectamos. Podemos llegar a sentir que somos nosotros mismos los que lo vivimos por un rato, todas esas nuevas vidas. Podemos sentir tanto una frase hasta el punto de emocionarnos mas aún de como lo haríamos en la vida real.
Y sin embargo, hay pocas cosas tan hermosas como releer uno de nuestros libros favoritos, esos que ya sabemos que vamos a disfrutar de la poesía de las palabras, la ternura de las cosas. Y aun sabiendo que es lo que va a pasar (o tal vez gracias a ello) poder descubrir magia en los detalles, significado en una frase que antes pasamos por alto. O simplemente, vivir otra vez una historia que amamos, y crear un lazo aún mayor con esos personajes.
Un libro que me puede, que lo hizo toda la vida, es Mi planta de Naranja Lima. Puedo releerlo tantas veces, que sus páginas están completamente amarillas y dobladas por mis manos y mis lágrimas. Hace poco pense haberlo perdido (mi mamá lo prestó y se olvidó) y me dolió demasiado. Por más que puedan decirme que es un libro para chicos, siempre lo senti como un refugio, como demasiado tierno. Podría decir que nadie podría conocerme realmente sino leyó ese libro antes, y sintió la conección que existe entre esas palabras y quien soy yo. Porque ni yo misma sé que es lo que tiene que me emociona tanto, se que leo la prosa de Vasconcelos y en sólo unas lineas siento ese lazo conmigo misma.
De la misma forma, existen muchísimos libros que me dedico a releerlos una y otra vez (muchas veces prefiero releer un libro que me gusto a aventurarme con uno nuevo). Y no se asusten, no voy a ponerme a hacer una lista describiendo cada uno de ellos. Pero sí, de todos los caminos que podría elegir ahora para desviar mis pensamientos, elijo enfocarme en uno de ellos. Uno que no aprecie nunca demasiado hasta la última vez que lo releí (quisiera decir 4ta, pero no estoy segura). Y es que yo suelo meterme tanto en el mundo que un libro me presenta, en las emociones, que muchas veces me olvido de preguntarme cual es el mensaje que quiere dejarme. Pero sin embargo, me quedo muy muy grabado un párrafo de "El Principito". Todo el capítulo es en realidad increible (si les interesa http://www.franciscorobles.com.ar/libros/principito/pag21.htm), pero me llegó mucho esto:
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios
Y si bien mi psicologa me dijo la última vez que mi conección con Mi Planta de Naranja-Lima va más allá de lo que yo pueda haber llegado a describirle, uno no puede evitar intentarlo. Y creo que la razón por la que ese párrafo me llamó tanto la atención es que yo noto muchísimo que es cierto. Que todo el proceso de preparación (elegir que usar, maquillarse, mirar la hora cada dos minutos cuando el tiempo se acerca) puede parecer un simple "hay que hacerlo" pero es realmente importantísimo. Y que cuando se cancela un plan a último momento, lo que mas jode no es simplemente el quedarte sin hacer anda (si hay pocas cosas que disfrute tanto como estar tirada viendo la tele) sino que, yo por lo menos, necesito muchísimo ese preparar el corazón y lo pongo mucho en práctica.
Sentía que tenía demasiado para decir sobre eso, y ahora es como que todo parece demasiado obvio. Será porque a veces resulta difícil poner en palabras sensaciones, por mas que queramos compartirlas. Pero es lindo intentarlo, y es lindo descubrir la forma que tienen tantos otros para hacerlo, o por lo menos para hacer nacer nuevas emociones en nosotros. y, de una forma o de otra, releer un libro es una forma maravillosa de devolverle la vida, de redescubrir toda su riqueza, y todo lo que tiene para decirnos (al menos lo que tiene para decirle a ese yo que es uno en ese momento).
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