Inocencia Interrumpida
¿Nos burlamos de la gente inocente sólo porque quisieramos recuperar la que perdimos?
Siempre tuve una cosita de considerarme demasiado ingenua. De sentirme tonta cuando no entendía los doble-sentidos, o hasta avergonzarme un poco de tener actitudes infantiles. Y es que una vez pasados los 20 años, no se supone que uno disfrute increiblemente de ver una película de Disney, o muera de alegría por tener un fondo de pantalla de ositos o porque se bajó la canción Bibbidi-Bobbidi-Boo (cantada por el hada madrina de Cenicienta). O que hablemos en diminutivos, para el caso...
Y sin embargo, en el fondo de mí misma, en ese lugarcito donde guardamos las cosas que nunca nos atreveriamos a confesar en vos alta, no cambiaría el ser así por nada del mundo. En el fondo, estoy increiblemente orgullosa de ser una nena en el corazón, y de caminar por la calle bailando cuando estoy de buen humor.
Y de la misma forma, descubro de repente como podemos sonreir cuando alguien nos cuenta que a los 17 años sigue adorando su mantita de cuando era bebé, y no duerme tranquilo sin ella; pero esa sonrisa oculta hasta de nosotros mismos unas ganas enormes de que fueramos nosotros los que conserváramos ese lazo con nuestra niñez. Que muy adentro, envidiamos que esa persona todavía conserve momentos en que pueda ser completamente inocente, que pueda sentirse nuevamente como si fuera un chico, con un sol en el corazón.
¿Porqué perder la ternura cuando crecemos? Animémosnos a volver a jugar, a sentirnos completamente libres, niños otra vez. A reencontrar la inocencia que perdimos, cuando el dolor, y el crecer nos fue desencantando, enfriando. Como diría Jose Mauro de Vasconcelos, todos tenemos un sol en el corazón, y tenemos que permitirnos encontrar la ternura, y la esperanza, y de a poquito calentar el sol.
Vamos a calentar el Sol!